Autorrealización deportiva (2ª parte). El desarrollo de la singularidad deportiva.
Los investigadores George Land y Beth Jarman llevaron a cabo un famoso estudio longitudinal entre los años 1968 y 1985. Administraron a 1.600 niños de 3 a 5 años un test para evaluar su creatividad (pensamiento divergente). El test consistía en encontrar múltiples soluciones alternativas a un problema concreto. El mismo test se repitió cuando los niños tuvieron 10 años y nuevamente a los 15 años. Los investigadores también evaluaron 2.000 adultos mayores de 25 años. Los resultados fueron sorprendentes:
- Niños de 3 a 5 años: 98% de puntuaciones a “nivel de genio” en pensamiento divergente.
- Con 10 años: 32% de puntuaciones a ese nivel.
- Con 15 años: 12%
- Adultos: solamente un 2% logró ese nivel.
¿Cómo se pueden interpretar esos resultados? ¿Por qué motivo perdemos nuestra creatividad a medida que avanzamos hacia la adultez?
La hipótesis más aceptada relaciona este hecho con la entrada del niño/a al sistema educativo y al proceso de socialización, en donde se imponen normas y regulaciones. Cuando somos niños tenemos una gran creatividad, en cuanto a ideas y a forma de expresarnos. Luego el entorno nos va educando en lo que se supone que está bien o está mal para que encajemos en la “normalidad” de la sociedad, y ello supone que vayamos perdiendo esa creatividad.
Hay que tener en cuenta que las bases del sistema educativo actual fueron diseñadas hace unos 200 años durante la Revolución Industrial, cuando se buscaba trabajadores con conocimientos específicos, que supieran memorizar y seguir unas instrucciones. Así pues, durante su periodo educativo los niños aprenden que los problemas tienen una sola solución correcta, son penalizados cuando sus respuestas y su forma de ser no es la esperada, y aprenden que equivocarse es malo y que por eso es mejor no arriesgarse y amoldarse al sistema.
En definitiva, hasta el momento la educación formal en general no ha conseguido potenciar la creatividad y la singularidad de los alumnos, al contrario, ha demostrado ser una implacable herramienta de uniformización de personas. Posiblemente no sea casualidad que muchas de las personas más ricas del planeta que lo son por desarrollar sus ideas innovadoras (Microsoft, Ikea, Facebook, Inditex), no se caractericen precisamente por su nivel de estudios.
El mundo ha cambiado. El hecho de tener conocimientos o de saber memorizar teoría no te garantiza un buen desarrollo profesional. Ya no es necesario “empollar” información. El Sr. Google nos la ofrece con un solo “clic”. El entorno actual requiere a menudo de personas que sepan innovar, ofrecer su propia visión de las cosas y encontrar soluciones originales a los problemas de la vida, que sepan moverse en ambientes cambiantes, trabajar en equipo…
No me malinterpreten. No estoy diciendo que todo sea perjudicial en el sistema educativo. Tenemos el gran beneficio de recibir, durante los años de escolarización, unos conocimientos que la humanidad ha tardado siglos y siglos en crear. Eso sí, el precio de aprender todas esas “verdades”, de la forma como se aprenden, puede suponer que perdamos la motivación por crear nuestra propia visión de la realidad (tener nuestra propia visión no significa negar las demás, sino tener la mente abierta para aprender de ellas y digerirlas a nuestra manera).
¿Puede extrapolarse ese argumento al entorno deportivo? Por supuesto que sí. Cuando aprendemos las bases de nuestro deporte tenemos unos entrenadores o maestros que nos enseñan unas pautas y técnica concretas. A menudo nos corrigen cuando la ejecución de los movimientos no es la esperada según su forma de entender un deporte concreto. Nos ofrecen los valiosos conocimientos que ellos mismos recibieron algún día y que han ampliado gracias a su experiencia. Pero esta es SU VISIÓN del deporte, y existe el gran peligro de que el alumno desarrolle sus capacidades limitado por una visión que no es la suya propia. El resultado vuelve a ser una pérdida de creatividad y de capacidad de buscar sus propias ideas y soluciones.
El mundo del deporte también va cambiando. Cada vez hay más competencia y deportistas mejor preparados en todos los aspectos. El hecho de tener un buen entrenador, buen material, seguir un plan nutricional, dedicar muchas horas a entrenar, tener buena técnica…, posiblemente no te dé la misma ventaja que te daba eso mismo hace unos años, ya que muchos otros deportistas también van a trabajar en estas condiciones. Entonces hay que encontrar otros aspectos que te den ventaja ante tus rivales.
¿Qué es aquello que te puede dar ventaja sobre los rivales? Pues es aquello que solamente tú puedes ofrecer, por el mero hecho de ser una persona individual. El ser humano es un organismo increíblemente complejo. Tenemos multitud de características que nos definen y que nos diferencian del resto, e incluso podemos crear y desarrollar de nuevas. Estas características diferenciales son las que crean nuestra SINGULARIDAD como personas, y también son las que vamos perdiendo a lo largo de la etapa educativa, por los motivos que he expuesto anteriormente.
Por tanto, una de las cosas que podemos hacer para sentirnos realizados deportivamente es tomar conciencia de aquellos aspectos en los que somos únicos, y trabajar para potenciarlos. Hay una frase autoafirmativa que sugiero a mis clientes para desarrollar su singularidad deportiva:
“Nadie puede decir que soy como los demás, porque no es verdad. Soy diferente”.
Y a partir de aquí se puede ampliar la frase de muchas formas más detalladas, en función de cada persona: “Me muevo diferente, mi técnica de tiro es diferente, mi capacidad de sacrificio es única, mi táctica de juego es diferente, nadie tiene el “dribling” que yo tengo”, etc. (pueden ser multitud de características). Cuando seamos capaces de decirnos estas afirmaciones y sentirlas como verdad, significará que hemos sido capaces de desarrollar nuestra propia singularidad como deportistas.
Tal y como dicen los profesionales del marketing “muchas veces es mejor ser diferente que ser el mejor”, y creo que esto también es aplicable en el deporte. El hecho de conocer y desarrollar aquellas cosas en las que sabemos que somos diferentes a los demás nos da una ventaja competitiva ante nuestros rivales, puesto que no tienen las características singulares que nosotros hemos potenciado.
Además, estaremos ofreciendo a nuestro entorno algo que solamente nosotros podemos ofrecer: nuestra singularidad como deportistas y como seres humanos.
«Lo que más te hace falta en el mundo es lo que tú has venido a darle». (Alejandro Jodorowsky).
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