Cuándo y cómo quejarse al árbitro
Primero de todo hay que aclarar que no en todos los deportes la queja al árbitro está permitida. Esto va a depender de la cultura de cada deporte, y un ejemplo muy claro en el cual la queja no está aceptada es el del rugby. Así pues, en estos casos quejarse nunca es positivo ya que es algo que va a estar muy penalizado por el entorno (incluso por los propios compañeros de equipo).
Pero hay otros deportes en donde la queja está aceptada de forma implícita, como en el caso del futbol. Es muy difícil ver un partido de futbol en categoría sénior en donde no haya ninguna protesta al árbitro, y en muchos casos esas quejas no tienen sanción. Por tanto, es algo que forma parte de la cultura de este deporte. En estos casos la queja puede ser beneficiosa para el equipo siempre y cuando se tenga claro el motivo por el cual se lleva a cabo.
La protesta puede venir motivada por dos razones:
- Como fruto de la frustración ante una situación determinada
- Con el objetivo de influenciar al árbitro
Cuando la queja se produce como consecuencia de la frustración, ese descontento no tiene más utilidad que la de descargar emocionalmente al deportista. Es un acto comprensible pero poco inteligente, puesto que no tiene intención alguna. Si esto se produce de forma frecuente en un jugador o en un equipo es un aspecto que es muy negativo. ¿Por qué motivo?
Porque esto significa que el individuo o el equipo adopta un estilo de atribución externo. Esto significa que tiene la tendencia a interpretar las situaciones y los resultados en base a la actuación de los demás, en este caso de los árbitros. Este estilo de atribución es bastante común en los equipos perdedores, ya que impide centrarse en los aspectos que se pueden controlar y mejorar gracias al trabajo. Es imposible controlar los errores de los árbitros pero sí se puede trabajar en la condición física, técnica o táctica del equipo para que un eventual error humano del colegiado tenga la menor influencia posible en el resultado final. Así pues, es vital que los niños en edades formativas no adopten ese estilo si no queremos chicos quejosos y críticos en todo menos en su propio desempeño.
Pero luego tenemos la queja que es útil realmente. La que llevan a cabo los deportistas inteligentes. Se trata de la protesta que nace con la intención de influenciar emocionalmente al árbitro (o a las instituciones arbitrales). A algunos les va a parecer algo igualmente reprobable, pero no hacer uso de esa opción en un deporte en donde está permitido significa desperdiciar una posible ventaja. Que quede a criterio personal de cada uno.
Ese tipo de protesta requiere de inteligencia emocional. Es decir, de saber cómo nuestras palabras y gestos van a influir emocionalmente al colegiado. El objetivo será conectar emocionalmente con él, de forma sana y cordial, para que nos observe como alguien respetuoso pero que defiende sus intereses. La clave es que nos tiene que ver como alguien con el que él mismo se sentiría a gusto si jugara en nuestro equipo. Además, el árbitro, como a la gran mayoría de personas, quiere ser justo con los demás. Si tiene la sensación de que en una acción no ha sido justo con un jugador o un equipo, tendrá la tendencia a compensar ese posible error en otra jugada.
En cuanto a la forma de quejarse, eso va a depender de la psicología de cada árbitro. Habrá algunos en que la forma más efectiva será siendo más directos y otros prefieren un diálogo más cordial y amistoso. Pero nunca se llegará a la falta de respeto (eso pasa cuando la protesta es fruto de la frustración). Igualmente, si se abusa de la queja esta puede perder su fuerza y efectividad.
Como opinión personal, en un equipo la mejor opción es que sea un único jugador el que se queje directamente al árbitro, además del entrenador. Ese jugador debe tener buenas cualidades comunicativas e inteligencia emocional, así como tener el reconocimiento del equipo y el respeto de los árbitros. En general, el capitán suele ser el que reúne esas cualidades.
PD: la “no queja” aplicada a conciencia también puede ser una buena opción en algunos casos. Hay árbitros que tienen la tendencia a castigar con más dureza a los jugadores o equipos que se quejan, ya que se lo toman como algo personal. En todo caso, disponer de una estrategia o una “política de quejas” en el equipo puede ser algo beneficioso.
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