La motivación está sobrevalorada
Nos encantan los vídeos motivacionales. Las frases del tipo “Tu puedes conseguir todo lo que te propongas” o “Creer es poder”. Las marcas de ropa deportiva lo saben y enfocan sus comerciales a provocarnos este sentimiento. Quieren que asociemos su marca con la imagen de fortaleza y superación, y de esta forma compremos sus productos.
Cuando estamos motivados todo es más fácil. Es un aspecto básico a tener en cuenta y a promocionar sobre todo en el trabajo con grupos. La motivación suele venir de tener unos objetivos claros para los cuales estamos trabajando o, simplemente, de disfrutar de lo que hacemos. El problema es que la motivación nunca es permanente. Es la chispa que enciende la mecha de la acción o del cambio, pero en algún momento se volatiliza. A lo largo del camino planeado suelen aparecer trabas que alteran nuestro estado de ánimo. Malos resultados, lesiones, problemas personales…
Y es en estos momentos de bajón donde entra en juego un valor que se encuentra ciertamente a la baja en este siglo XXI: el COMPROMISO. Algunos estudiosos han observado que los chicos y chicas de la generación llamada “millenial” (nacida entre 1985 y el 2000 aproximadamente) esperan conseguir todo lo que quieren inmediatamente y con facilidad, porque toda su vida han estado acostumbrados a la gratificación instantánea. Al depender de estímulos externos inmediatos, se frustran y desmotivan enseguida cuando no los obtienen.
Soy de la opinión de que la motivación está sobrevalorada y el compromiso infravalorado. La motivación es impermanente. El compromiso, si es verdadero, NO.
La motivación nos ayuda a superar límites, sí. Pero es el trabajo silencioso, la persistencia, y el esfuerzo realizado en momentos de desánimo lo que marca las diferencias.
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