Cuándo y cómo quejarse al árbitro

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Cuándo y cómo quejarse al árbitro

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Primero de todo hay que aclarar que no en todos los deportes la queja al árbitro está permitida. Esto va a depender de la cultura de cada deporte, y un ejemplo muy claro en el cual la queja no está aceptada es el del rugby. Así pues, en estos casos quejarse nunca es positivo ya que es algo que va a estar muy penalizado por el entorno (incluso por los propios compañeros de equipo).

Pero hay otros deportes en donde la queja está aceptada de forma implícita, como en el caso del futbol. Es muy difícil ver un partido de futbol en categoría sénior en donde no haya ninguna protesta al árbitro, y en muchos casos esas quejas no tienen sanción. Por tanto, es algo que forma parte de la cultura de este deporte. En estos casos la queja puede ser beneficiosa para el equipo siempre y cuando se tenga claro el motivo por el cual se lleva a cabo.

La protesta puede venir motivada por dos razones:

  1. Como fruto de la frustración ante una situación determinada
  2. Con el objetivo de influenciar al árbitro

Cuando la queja se produce como consecuencia de la frustración, ese descontento no tiene más utilidad que la de descargar emocionalmente al deportista. Es un acto comprensible pero poco inteligente, puesto que no tiene intención alguna. Si esto se produce de forma frecuente en un jugador o en un equipo es un aspecto que es muy negativo. ¿Por qué motivo?

Porque esto significa que el individuo o el equipo adopta un estilo de atribución externo. Esto significa que tiene la tendencia a interpretar las situaciones y los resultados en base a la actuación de los demás, en este caso de los árbitros. Este estilo de atribución es bastante común en los equipos perdedores, ya que impide centrarse en los aspectos que se pueden controlar y mejorar gracias al trabajo. Es imposible controlar los errores de los árbitros pero sí se puede trabajar en la condición física, técnica o táctica del equipo para que un eventual error humano del colegiado tenga la menor influencia posible en el resultado final. Así pues, es vital que los niños en edades formativas no adopten ese estilo si no queremos chicos quejosos y críticos en todo menos en su propio desempeño.

Pero luego tenemos la queja que es útil realmente. La que llevan a cabo los deportistas inteligentes. Se trata de la protesta que nace con la intención de influenciar emocionalmente al árbitro (o a las instituciones arbitrales). A algunos les va a parecer algo igualmente reprobable, pero no hacer uso de esa opción en un deporte en donde está permitido significa desperdiciar una posible ventaja. Que quede a criterio personal de cada uno.

Ese tipo de protesta requiere de inteligencia emocional. Es decir, de saber cómo nuestras palabras y gestos van a influir emocionalmente al colegiado. El objetivo será conectar emocionalmente con él, de forma sana y cordial, para que nos observe como alguien respetuoso pero que defiende sus intereses. La clave es que nos tiene que ver como alguien con el que él mismo se sentiría a gusto si jugara en nuestro equipo. Además, el árbitro, como a la gran mayoría de personas, quiere ser justo con los demás. Si tiene la sensación de que en una acción no ha sido justo con un jugador o un equipo, tendrá la tendencia a compensar ese posible error en otra jugada.

En cuanto a la forma de quejarse, eso va a depender de la psicología de cada árbitro. Habrá algunos en que la forma más efectiva será siendo más directos y otros prefieren un diálogo más cordial y amistoso. Pero nunca se llegará a la falta de respeto (eso pasa cuando la protesta es fruto de la frustración). Igualmente, si se abusa de la queja esta puede perder su fuerza y efectividad.

Como opinión personal, en un equipo la mejor opción es que sea un único jugador el que se queje directamente al árbitro, además del entrenador. Ese jugador debe tener buenas cualidades comunicativas e inteligencia emocional, así como tener el reconocimiento del equipo y el respeto de los árbitros. En general, el capitán suele ser el que reúne esas cualidades.

PD: la “no queja” aplicada a conciencia también puede ser una buena opción en algunos casos. Hay árbitros que tienen la tendencia a castigar con más dureza a los jugadores o equipos que se quejan, ya que se lo toman como algo personal. En todo caso, disponer de una estrategia o una “política de quejas” en el equipo puede ser algo beneficioso.

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Pensamientos negativos antes de competir

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Pensamientos negativos antes de competir

demonios en la cabeza

Se acerca el momento. Un torrente de pensamientos revolotea por mi cabeza. Muchos de estos pensamientos son negativos. Hay dudas sobre mi capacidad para competir, sobre mis posibilidades de éxito, sobre si voy a ser capaz. Me entran sudores y náuseas. Tengo miedo, ganas de abandonar.

¿Te ha pasado alguna vez? ¿Es esto un signo de debilidad psicológica?

No necesariamente. En algunos casos esas dudas pueden ser motivadas por una falta de preparación (física, técnica o psicológica) de la cual se es consciente y que desemboca en una falta de confianza, pero en otros casos esas reacciones no son producto de una debilidad. Hay una razón por la que esto es un fenómeno relativamente habitual, incluso en deportistas con experiencia y debidamente preparados. Por ejemplo, en el siguiente vídeo tienes a un joven Mike Tyson, uno de los boxeadores más intimidantes y temidos de la historia, llorando y con pensamientos de abandono antes de un combate, a pesar de haberlos ganado todos con total autoridad hasta el momento:

Esas mismas sensaciones acompañaron a Tyson a lo largo de toda su carrera deportiva, pero era capaz de aplicar estrategias para revertir la situación y alcanzar un estado mental adecuado, tal y como él mismo explica aquí.

¿Por qué motivo ocurre esto? Para entenderlo debemos comprender cuál es el objetivo principal de nuestro organismo. El ser humano está diseñado para SOBREVIVIR. Las competiciones deportivas son una experiencia que nos lleva a situaciones que nos sacan de nuestra zona de seguridad o confort. ¿Qué necesidad tiene nuestro organismo de someterse a tal exigencia física y mental cuando su principal objetivo es el de sobrevivir?

El cerebro humano está formado por diferentes estructuras a nivel evolutivo (teoría del cerebro triuno). Es decir, hay estructuras más primitivas (cerebro reptiliano y cerebro límbico) y otras más desarrolladas (neocórtex). La función principal de los sistemas más primitivos es la de asegurar nuestra supervivencia, mientras que la parte más evolucionada lleva a cabo los procesos intelectuales superiores como por ejemplo el entendimiento, la planificación o el análisis.

Las estructuras cerebrales primitivas evalúan lo conocido como seguro y lo desconocido como peligroso para la supervivencia, de forma automática. La competición es un acontecimiento que nos puede llevar a situaciones desconocidas o que provoquen un sufrimiento físico, por lo que estas estructuras la interpretan como algo potencialmente peligroso. Por este motivo se desencadenan una serie de reacciones cognitivas y fisiológicas automáticas destinadas al alejamiento o huida de tal situación. La reacción emocional que caracteriza estos momentos es el miedo. El miedo tiene una función evolutiva que es la de asegurar nuestra supervivencia, por lo que la conducta relacionada con esta emoción es la de huir o retirarse del estímulo que el cerebro interpreta como amenazante.

En ese sentido, cuanto más riesgo incorpore la práctica de un deporte, más intensas pueden ser estas reacciones. Por ejemplo, los deportes de contacto, donde se pone en peligro la integridad física del deportista, tienen un mayor potencial para generar pensamientos negativos y estrés que otro tipo de deportes.

En definitiva, todos estos pensamientos y reacciones emocionales forman parte de un MECANISMO DE DEFENSA, con el objetivo de mantenernos alejados de una situación que escapa de nuestra zona de seguridad. (Entendí esto gracias a haber vivido la experiencia que cuento aquí).

Por lo tanto, si en alguna ocasión experimentamos estas reacciones, ello no es necesariamente indicativo de debilidad psicológica (aunque también puede serlo en parte), sino que se trata de un fenómeno inherente a la naturaleza humana.

¿Qué hacer en estos casos?

El primer paso para poder lidiar con esta situación es el de aceptarla. Es decir, entender la función evolutiva de las reacciones que estamos sufriendo y aceptarlas como parte de lo que nos caracteriza como seres humanos. Aceptarlo no significa resignarse. Al contrario, abre las puertas a desarrollar estrategias que nos lleven a una disposición mental más adecuada.

A partir de aquí, estas estrategias deberán implicar la parte emocional y/o racional del cerebro, con el objetivo de llegar a un estado mental en donde imperan las ganas de competir y la confianza (aquí analizo este estado mental óptimo).

Estos son algunos ejercicios prácticos que podemos hacer para conseguirlo:

  • Trabajo a nivel emocional mediante ejercicios de visualización y anclaje: el objetivo de este tipo de ejercicios es el de reproducir en el presente un estado emocional beneficioso vivido en el pasado durante la competición. De esa forma, el cerebro no asociará la competición como una experiencia amenazante sino como una experiencia que puede resultar placentera.
  • Las rutinas o rituales, es decir, la repetición de unas determinadas conductas antes de competir, son otro recurso que tenemos, en este caso de autosugestión, para enviar un mensaje de control y cotidianidad a nuestro sistema cognitivo.
  • Ejercicios de relajación y meditación: el objetivo de estas prácticas es el de situarnos en el presente sin que estos pensamientos y emociones nos dominen. Una mente que se encuentra en el presente no tiene pensamientos ni las reacciones emocionales asociadas a ellos.
  • Trabajo de autoimagen mediante el uso de afirmaciones (nivel racional). Estas pueden ser del tipo: “Ya lo he hecho otras veces”, “Sé que soy capaz, lo he demostrado”, “He entrenado bien cómo para poder hacerlo”, “Estoy preparado”, etc. (preferiblemente vamos a hablarnos en primera persona). Un buen ejemplo de esto lo encontramos en la parte final del siguiente vídeo, en donde el gimnasta Gervasio Deferr pasa de un estado de descontrol emocional a un estado de confianza gracias a ese trabajo a nivel racional (“Lo has hecho 1 millón de veces. Hazlo 1 millón una”).

Aparte de las estrategias que he comentado, hay que tener en cuenta que cuantas más experiencias competitivas vivamos, más va a habituarse a ellas nuestro cerebro, por lo que estas experiencias cada vez van a ser interpretadas como algo menos peligroso para nuestro organismo y van a ir perdiendo su potencial estresor.

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Cómo ganar confianza

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Cómo ganar confianza

conor mcgregor confianzaQuiero tener la confianza y seguridad de Conor McGregor. ¿Qué tengo que hacer? Esta es una demanda que he recibido en más de una ocasión. Pues bien, tengo que decirte que para conseguirlo no hay fórmulas mágicas, aunque sí hay formas para que podamos construir una buena autoimagen de forma progresiva. Para ello hay que entender cuáles son los mecanismos psicológicos en base a los que se construye la confianza.

Para tener confianza y seguridad en determinado aspecto hacen falta 2 componentes básicos:

  • Ser bueno en ese aspecto.
  • Ser consciente de que uno es bueno en ese aspecto.

La confianza no viene de ser bueno, viene de SABER QUE SE ES BUENO.

Vamos por partes. Para ser buenos en algo, hace falta trabajo y experiencia. Parece una obviedad, pero hay ciertos obstáculos culturales que nos impiden ver esto con mayor claridad. Los medios de comunicación nos ofrecen las imágenes del éxito, por ejemplo, de la nadadora Mireia Belmonte posando sonriente con su medalla de oro olímpica, pero el tremendo esfuerzo que hay detrás tiene la misma cobertura mediática.

fracaso-escolarAdemás, ciertas sociedades se encuentran influenciadas por la “cultura del pelotazo”, es decir, la tendencia a querer obtener un gran beneficio sin haber hecho un gran esfuerzo. En estas sociedades triunfan los programas de televisión en donde indirectamente se promociona la «cultura del no esfuerzo», con personas que se hacen famosas y ricas sin que les haya sido necesario prepararse de forma especialmente dura, y que pasan a ser los modelos referentes de parte de la población. Por ejemplo, por ser familiares o parejas de algún personaje famoso, o por haber ganado un reality como Gran Hermano.

Pero la realidad es que las personas que consiguen obtener éxito sin haberse esforzado son un porcentaje ínfimo, normalmente relacionado con el azar. El sociólogo Malcolm Gladwell popularizó en su libro “Outliers”(Fueras de serie) la llamada “regla de las 10.000 horas” según la cual, en base al análisis que hace de varias personas de éxito, afirma que para alcanzar la excelencia son necesarias 10.000 horas de práctica (serían unas 20h/semana durante 10 años).

Sabemos que muchos de los deportistas que han destacado por su nivel de confianza como por ejemplo Muhammad Ali, Michael Phelps, Larry Bird o el propio Conor McGregor entrenaron más duramente que la mayoría de sus rivales. Esto les da ventaja a la hora de desarrollar sus cualidades.

Por otra parte, tal y como he apuntado anteriormente, para gozar de una autoimagen que genere confianza no solo hay que tener unas cualidades, sino que es imprescindible tener consciencia de las cualidades en las que somos buenos. Por este motivo resulta muy positivo implantar mecanismos que nos ayuden a tomar consciencia de las habilidades que vamos adquiriendo gracias al trabajo, cosa que pocos hacen o saben hacer. Existen varias opciones en este sentido, sobre las cuales no voy a profundizar, como por ejemplo llevar un diario de entrenamiento en el que de forma sistemática vamos registrando nuestros progresos y reevaluando nuestra autoimagen.

Para ilustrar gráficamente la importancia de este punto fíjate en la anécdota que cuenta Larry Bird al inicio de este vídeo. Él mismo explica como, siendo adolescente, no pensaba que llegaría a nada en el baloncesto, pero que un simple comentario de un padre que lo vio jugar le sirvió para cambiar su autoimagen y ganar confianza. Bird era bueno, pero no tenía la consciencia de que era bueno. Cuando empieza a construir la realidad en base a la creencia de que es bueno, pasa a jugar con más seguridad.

En este aspecto, el de la construcción de una autoimagen positiva (siempre acorde al desempeño), de nuevo nos encontramos con algunas barreras culturales. Por un lado, si nos consideramos buenos en algo y lo expresamos vamos a romper una norma social que rige nuestro comportamiento y que está basada en la humildad. Seremos considerados poco humildes y recibiremos una penalización social y una presión extra poderosa pero difícil de gestionar. En este enlace lo explico con detalle. Por esta razón es algo inteligente trabajar este aspecto de forma más personal.

Por otro lado, últimamente se ha extendido la creencia de que son los fracasos lo único que conduce al aprendizaje. Se escuchan frases del estilo “Ganar o aprender”, como si no se pudiera aprender también de los éxitos. Tener un desempeño por encima de la media en algún aspecto gracias al esfuerzo es un éxito, y gestionar esto a nuestro favor ayuda a construir una autoimagen que genere confianza.

Por último, hay un tercer componente que puede contribuir a ganar confianza al que yo llamo “singularidad deportiva”, y que desarrollo más ampliamente en este enlace. Este concepto hace referencia a aquellas características que nos diferencian de los demás. Todo aquello que nos hace únicos y diferentes a la hora de competir. El hecho de conocer y potenciar estas características es algo que también aporta confianza, ya que nos da ventaja competitiva y repercute en nuestra autoimagen de forma positiva.

Como pequeño resumen de lo expuesto te dejo con un vídeo de Conor McGregor en el que puedes observar que su confianza está sustentada en los tres aspectos que he comentado:

  1. Trabajo duro: “no trabajan más duro que yo
  2. Conciencia de sus cualidades: la afirmación “mi confianza viene de mi desempeño” significa que tiene conciencia de su alto nivel de desempeño.
  3. Singularidad deportiva: “no se mueven como yo me muevo, no piensan como yo pienso, y no hablan como yo hablo”. Conor conoce y potencia lo que le diferencia de los demás, cosa que le da ventaja y le genera confianza.

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El arte de competir. El estado mental previo a competir

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El arte de la competición. El estado mental previo a competir

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Toda batalla es ganada antes de ser librada

Sun Tzu (s.V a.C.) fue un general de la antigua China que escribió el famoso libro sobre táctica y estrategia militar llamado “El arte de la guerra”. A pesar de ser un tratado sobre la guerra, sus enseñanzas han sido vastamente extrapoladas a otros ámbitos como por ejemplo la política o los negocios.

El deporte de competición a menudo es una actividad en donde, al igual que en una guerra, se manifiesta un conflicto de intereses entre los participantes. Es decir, uno debe imponer su voluntad a la de su rival para poder vencer, ya sea de forma individual o colectiva. Incluso en los deportes individuales en los que se compite por una marca se establece una lucha con uno mismo para sacar el máximo rendimiento. Es por este motivo que la obra de Sun Tzu contiene también valiosas reflexiones para los practicantes de cualquier deporte. Sustituyendo la palabra “guerra” por “competición” y la palaba “guerrero” por “competidor/a” o “deportista”, los que amamos el deporte podemos disfrutar de una lectura enriquecedora a nivel intelectual.

El libro insiste sobre todo en la necesidad de disponer de una estrategia y una preparación que dé unas garantías de éxito en caso de que se inicie la batalla. Así pues, está muy centrado en los preparativos previos al combate, tal y como se desprende del siguiente fragmento:

Los guerreros victoriosos primero ganan y después van a la guerra, mientras que los guerreros vencidos primero van a la guerra y después buscan ganar”.

Una reformulación de esta frase la pronunció el gran Muhammad Ali de esta forma:

«Una pelea se gana o se pierde lejos de los testigos, entre bastidores, en el gimnasio y mucho antes de que empiece a bailar bajo los focos«.

Y es que durante la competición se pone de manifiesto la fortaleza de los participantes y ocurre lo que es más probable que acabe ocurriendo en función del potencial de ellos. En realidad la competición en sí es un trámite en muchos casos ya que el resultado depende en gran medida de la preparación previa.

No hay mejor forma de abordar la competición que teniendo la sensación de estar preparado y seguro de dar el máximo, con ganas de empezar. Este es el estado mental óptimo en los momentos previos a la competición. (Durante la competición solo tiene que haber presente o, como máximo, trabajo puntual de autoimagen, cosa que ya desarrollaré otro día).

¿A qué estado mental me refiero? Voy a poner un sencillo ejemplo para que se entienda. A lo largo de nuestra etapa formativa debemos hacer frente a muchos exámenes para probar nuestros conocimientos. La forma de abordarlos psicológicamente difiere en función de la sensación de preparación que tengamos. A grandes rasgos, los solemos afrontar de 2 maneras diferentes:

  • Tenemos dudas. Nos gustaría haber tenido más tiempo para estudiar. Pensar en el examen nos genera ansiedad y nos seduce la fantasía de que pase algo que evite que lo tengamos que hacer. No sabemos si vamos a aprobar. Iremos al examen a ver qué pasa.
  • Tenemos ganas de hacer el examen. A pesar de los nervios queremos que empiece ya. Nos sentimos preparados y con la sensación de haber hecho lo necesario por obtener el resultado deseado.

El primer estilo de afrontamiento es el de “ir a la guerra” y después buscar ganar, mientras que el segundo es el de ganar y después “ir a la guerra”. Y aquí hay que tener en cuenta que ganar no significa aprobar el examen o vencer la competición, sino que hace referencia a tener la completa seguridad de que se dará el máximo de uno mismo.

¿Significa esto que solo hay que competir cuando nos sentimos totalmente preparados? NO. Este es el estado mental más adecuado y el objetivo que debemos perseguir pero es posible que para llegar a alcanzarlo tengamos que curtirnos durante un tiempo en la competición, analizando y mejorando debilidades, ganando conocimientos, adquiriendo experiencia, etc. Afortunadamente, el arte de la competición difiere del arte de la guerra en el sentido de que un fracaso no conduce a un fin definitivo sino que nos da mucha información para seguir mejorando.

Acabo el post con un mensaje de otro gran guerrero, Miyamoto Musashi (s.XVI), reconocido como uno de los mejores samurái de todos los tiempos y autor del tratado sobre artes marciales «El libro de los cinco anillos»:

Es imprescindible dominar los principios del arte de la guerra y aprender a permanecer como un espíritu inmutable incluso cuando estáis en el corazón de la batalla”.

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Leo Messi vs. Cristiano Ronaldo. Duelo de virtuosos

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Leo Messi vs. Cristiano Ronaldo. Duelo de virtuosos

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Viena, año 1781. El Emperador José II organiza un duelo musical entre Wolfgang Amadeus Mozart y Muzio Clementi.  Cada uno de los dos virtuosos es invitado a improvisar y a ejecutar selecciones de sus propias composiciones.

Empieza Clementi con un despliegue espectacular de habilidades técnicas que deja a todo el auditorio impresionado. Mozart, sin embargo, rehúye el combate técnico e improvisa 12 variaciones de una sencilla canción popular francesa (conocida como “Campanilla del lugar” en su traducción al español) con una sensibilidad que emociona a los presentes. El Emperador decreta un empate entre ambos.

Más tarde Clementi declaró: “Hasta entonces nunca había escuchado a nadie tocar con tal espíritu y elegancia.” No obstante, Mozart escribió en una carta a su padre: “Clementi toca bien (…) Por lo demás, su gusto y su sentimiento no valen un cruzado. En resumen, es un simple mecánico.” Mostrando una evidente falta de humildad, Mozart quería remarcar su superioridad a nivel creativo.

Messi y Cristiano no se enfrentan entre ellos en duelos individuales, al menos de forma directa. Su trabajo tampoco consiste en emocionar a la audiencia, aunque lo hacen, sino que se trata de marcar goles y ganar títulos. Aún así, el relato anteriormente presentado nos sirve de paralelismo para comparar a ambos, ya que los dos han llegado a lo más alto al igual que Clementi y Mozart lo hicieron al piano. (El nombre de Clementi no nos suena como el de Mozart, pero para muchos era considerado el pianista virtuoso más grande de su época).

¿Quién se parece más a Clementi y quién a Mozart? ¿Por qué motivo?

Cristiano Ronaldo es un jugador de movimientos más mecanizados. Su estilo se encuentra significativamente encorsetado por un gran nivel técnico (tal y como imitaba cómicamente el expresidente de la FIFA Joseph Blatter). Tiene una gran obsesión por controlar y preparar al detalle todos aquellos aspectos que pueden influir en su rendimiento (comida, descanso, entrenamiento personal…). Es todo este escrupuloso trabajo, sin olvidar su talento y ambición, lo que le ha llevado a ser un nº1. Por este motivo, Cristiano es un Clementi, es un Larry Bird, un Bobby Fisher, un Rafa Nadal.

Por su parte, el talento natural de Messi parece inabarcable. Su capacidad de creación e improvisación le delatan. Es un mortal tocado por la varita mágica de los dioses. De pequeño ya era un diamante en bruto que, gracias a ser trabajado, consiguió brillar. Así pues, Messi es un Mozart, un Magic Johnson, un José Raúl Capablanca, un Roger Federer.

Quizás ahora estés pensando: “Enric, como se nota que eres del Barça, ¿eh?”  Y quizás sea verdad, pero es que ahora viene lo mejor:

  • Tiene mucho más mérito llegar a lo más alto siendo un Clementi que no un Mozart. Es más fácil brillar cuando ya se nace con un don especial, aunque el don por sí solo no garantiza nada si no se trabaja.
  • Se puede aprender más de los Clementi que de los Mozart, ya que el talento innato no se puede copiar. ¿Qué es aquello que les ha hecho triunfar? ¿De qué forma han conseguido desarrollar sus virtudes?

Y acabo con un vídeo de un futbolista incluso “más Mozart” que Messi. Un jugador de extremo talento y creatividad, con una capacidad para improvisar, emocionar y deleitar el sentido de la vista como ningún otro. Estoy hablando de Ronaldinho Gaúcho:

Date cuenta que, a pesar de su mayor virtuosismo respecto a Messi y Cristiano, Ronaldinho no llegó al mismo nivel de grandeza futbolística, como mínimo durante tantos años seguidos. Y es que no todo es talento en el alto rendimiento. Ronaldinho no tuvo el mismo nivel de compromiso, constancia y ambición que el argentino y el portugués.

Fuentes consultadas:  Mozart vs Clementi: El duelo, Muzio Clementi (Wikipedia)

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La verdadera moraleja del mito de David y Goliat

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La verdadera moraleja del mito de David y Goliat

David y Goliat

Tradicionalmente se ha usado el relato bíblico de David y Goliat para ilustrar que en ocasiones el débil también puede vencer al poderoso. Es decir, que aunque sea un combate desigual, siempre hay espacio para milagros o desenlaces inesperados. En el mundo del deporte encontramos muchos ejemplos que encajan con el símbolo de la lucha victoriosa del desvalido (David) ante el gigante (Goliat). Así pues, ha habido grandes sorpresas como la derrota de Mike Tyson ante James “Buster” Douglas, el “Maracanazo” (victoria de Uruguay ante Brasil en la final del mundial de 1950), o la consecución de la liga de futbol inglesa por parte del Leicester ante equipos con presupuestos infinitamente superiores.

Pues bien, el escritor Malcolm Gladwell, en su libro David y Goliat argumenta que esta interpretación del relato es errónea. En realidad, la historia esconde un mensaje mucho más valioso y profundo, que ha pasado desapercibido por la humanidad durante siglos y siglos, y que desarrollo a continuación.

Filisteos e israelitas se encontraban en conflicto, y era algo común en la época escoger a un guerrero de cada bando para que se enfrentaran entre sí  y de esa forma evitar una guerra en donde se perderían muchas vidas. Nadie se atrevía a enfrentarse al gigante filisteo Goliat, por lo que el pastor israelita David se ofreció, rechazando el uso de cualquier armadura y solamente con su honda y cinco piedras. Lanzó una piedra en la frente de Goliat y luego le cortó la cabeza con su propia espada, en lo que se ha usado como metáfora para hacer alusión a victorias improbables.

Pero, y aquí está la moraleja, David en realidad NO era el débil, al menos en muchos aspectos. Tal y como Gladwell explica, había muchos factores que hacían pensar en su posible victoria.

Por un lado, Goliat estaba empeñado en que David se acercase para tener una lucha cuerpo a cuerpo. Por este y otros detalles (siempre iba acompañado) se puede suponer que el gigante tenía problemas de visión (muy comunes en personas con acromegalia o gigantismo). Además, sus dimensiones (más de 2,5 metros de altura) y su armadura (de unos 50 Kg.) le restaban agilidad y movilidad.

Por otro lado, aunque a primera vista una honda nos parezca un arma poco poderosa, la verdad es que un buen hondero podía “matar o lesionar gravemente a un blanco a una distancia de 200 metros”, argumenta Gadwell. Según estudios realizados por expertos, a cierta distancia la velocidad que alcanza el proyectil lanzado por una honda le confiere un poderío similar al de una pistola.

En resumen, Goliat posiblemente era superior ante un rival de infantería en una lucha con espada y armadura tal y como mandaba el protocolo de la época, pero ante alguien de las características de David tenía muchas probabilidades de ser derrotado. Es decir, el correcto análisis nos muestra que el contendiente supuestamente inferior en realidad era superior si la batalla transcurría de una determinada manera.

Esta moraleja es extrapolable a todos los combates, competiciones, partidos, etc. en los que se enfrenta un favorito y alguien supuestamente inferior. Si se analiza correctamente, los rivales más fuertes también pueden presentar debilidades que los más débiles pueden aprovechar si saben llevar el enfrentamiento a su terreno.

Tyson vs Buster Douglas

Por ejemplo, si analizamos a fondo la derrota de Mike Tyson ante Buster Douglas (para muchos la mayor sorpresa de la historia del deporte) vemos que en realidad ese era el resultado más probable. Así pues, no se trata de una lucha desigual en la que el débil sale victorioso, tal y como se había interpretado el mito de David y Goliat hasta recientemente. Hay que hacer un estudio más profundo para entender lo ocurrido.

Y lo que ocurrió en este caso es que Tyson no se había tomado en serio el combate. Prácticamente no había entrenado (incluso un sparring le tumbó en un entrenamiento) y no había visto ningún vídeo de su oponente. La noche anterior tuvo sexo con varias mujeres, y solo pensaba en irse de juerga. En cambio, Douglas se había estado preparando como nunca, motivado por la reciente muerte de su madre, y sabía de qué forma controlar el combate y mantener alejado a Tyson (usando su jab).

En definitiva, esta nueva visión del mito de David y Goliat es mucho más valiosa y empoderadora. En realidad el débil debe de encontrar el camino para no ser el débil, y dejar de apelar a la épica para conseguir la victoria. Cuando nos encontramos en una situación en la que nos enfrentamos a un supuesto Goliat debemos encontrar la estrategia y las armas que más nos puedan beneficiar en base a nuestras fortalezas y sus debilidades.

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La motivación está sobrevalorada

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La motivación está sobrevalorada

Nos encantan los vídeos motivacionales. Las frases del tipo “Tu puedes conseguir todo lo que te propongas” o “Creer es poder”. Las marcas de ropa deportiva lo saben y enfocan sus comerciales a provocarnos este sentimiento. Quieren que asociemos su marca con la imagen de fortaleza y superación, y de esta forma compremos sus productos.

Cuando estamos motivados todo es más fácil. Es un aspecto básico a tener en cuenta y a promocionar sobre todo en el trabajo con grupos. La motivación suele venir de tener unos objetivos claros para los cuales estamos trabajando o, simplemente, de disfrutar de lo que hacemos. El problema es que la motivación nunca es permanente. Es la chispa que enciende la mecha de la acción o del cambio, pero en algún momento se volatiliza. A lo largo del camino planeado suelen aparecer trabas que alteran nuestro estado de ánimo. Malos resultados, lesiones, problemas personales…

Y es en estos momentos de bajón donde entra en juego un valor que se encuentra ciertamente a la baja en este siglo XXI: el COMPROMISO. Algunos estudiosos han observado que los chicos y chicas de la generación llamada “millenial” (nacida entre 1985 y el 2000 aproximadamente) esperan conseguir todo lo que quieren inmediatamente y con facilidad, porque toda su vida han estado acostumbrados a la gratificación instantánea. Al depender de estímulos externos inmediatos, se frustran y desmotivan enseguida cuando no los obtienen.

Soy de la opinión de que la motivación está sobrevalorada y el compromiso infravalorado. La motivación es impermanente. El compromiso, si es verdadero, NO.

navratilovaEl compromiso crea unos hábitos inquebrantables, y esos hábitos forjan un carácter fuerte. Los días de lluvia, las décimas de fiebre, la tristeza de una reciente derrota deportiva, o la muerte de nuestro amado perro no son motivos suficientes para saltarse un entrenamiento. Es ahí donde se moldea el gran competidor, precisamente en los momentos en los que no se está motivado.

La motivación nos ayuda a superar límites, sí. Pero es el trabajo silencioso, la persistencia, y el esfuerzo realizado en momentos de desánimo lo que marca las diferencias.

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Sentirse realizado en el deporte (2ª parte). El desarrollo de la singularidad deportiva.

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Autorrealización deportiva (2ª parte). El desarrollo de la singularidad deportiva.

alejandro-jodorowskymicrocuentos-71-638Los investigadores George Land y Beth Jarman llevaron a cabo un famoso estudio longitudinal entre los años 1968 y 1985. Administraron a 1.600 niños de 3 a 5 años un test para evaluar su creatividad (pensamiento divergente). El test consistía en encontrar múltiples soluciones alternativas a un problema concreto. El mismo test se repitió cuando los niños tuvieron 10 años y nuevamente a los 15 años. Los investigadores también evaluaron 2.000 adultos mayores de 25 años. Los resultados fueron sorprendentes:

  • Niños de 3 a 5 años: 98% de puntuaciones a “nivel de genio” en pensamiento divergente.
  • Con 10 años: 32% de puntuaciones a ese nivel.
  • Con 15 años: 12%
  • Adultos: solamente un 2% logró ese nivel.

¿Cómo se pueden interpretar esos resultados? ¿Por qué motivo perdemos nuestra creatividad a medida que avanzamos hacia la adultez?

La hipótesis más aceptada relaciona este hecho con la entrada del niño/a al sistema educativo y al proceso de socialización, en donde se imponen normas y regulaciones. Cuando somos niños tenemos una gran creatividad, en cuanto a ideas y a forma de expresarnos. Luego el entorno nos va educando en lo que se supone que está bien o está mal para que encajemos en la “normalidad” de la sociedad, y ello supone que vayamos perdiendo esa creatividad.

Hay que tener en cuenta que las bases del sistema educativo actual fueron diseñadas hace unos 200 años durante la Revolución Industrial, cuando se buscaba trabajadores con conocimientos específicos, que supieran memorizar y seguir unas instrucciones. Así pues, durante su periodo educativo los niños aprenden que los problemas tienen una sola solución correcta, son penalizados cuando sus respuestas y su forma de ser no es la esperada, y aprenden que equivocarse es malo y que por eso es mejor no arriesgarse y amoldarse al sistema.

sistema educativoEn definitiva, hasta el momento la educación formal en general no ha conseguido potenciar la creatividad y la singularidad de los alumnos, al contrario, ha demostrado ser una implacable herramienta de uniformización de personas. Posiblemente no sea casualidad que muchas de las personas más ricas del planeta que lo son por desarrollar sus ideas innovadoras (Microsoft, Ikea, Facebook, Inditex), no se caractericen precisamente por su nivel de estudios.

El mundo ha cambiado. El hecho de tener conocimientos o de saber memorizar teoría no te garantiza un buen desarrollo profesional. Ya no es necesario “empollar” información. El Sr. Google nos la ofrece con un solo “clic”. El entorno actual requiere a menudo de personas que sepan innovar, ofrecer su propia visión de las cosas y encontrar soluciones originales a los problemas de la vida, que sepan moverse en ambientes cambiantes, trabajar en equipo…

montessori

No me malinterpreten. No estoy diciendo que todo sea perjudicial en el sistema educativo. Tenemos el gran beneficio de recibir, durante los años de escolarización, unos conocimientos que la humanidad ha tardado siglos y siglos en crear. Eso sí, el precio de aprender todas esas “verdades”, de la forma como se aprenden, puede suponer que perdamos la motivación por crear nuestra propia visión de la realidad (tener nuestra propia visión no significa negar las demás, sino tener la mente abierta para aprender de ellas y digerirlas a nuestra manera).

¿Puede extrapolarse ese argumento al entorno deportivo? Por supuesto que sí. Cuando aprendemos las bases de nuestro deporte tenemos unos entrenadores o maestros que nos enseñan unas pautas y técnica concretas. A menudo nos corrigen cuando la ejecución de los movimientos no es la esperada según su forma de entender un deporte concreto. Nos ofrecen  los valiosos conocimientos que ellos mismos recibieron algún día y que han ampliado gracias a su experiencia. Pero esta es SU VISIÓN del deporte, y existe el gran peligro de que el alumno desarrolle sus capacidades limitado por una visión que no es la suya propia. El resultado vuelve a ser una pérdida de creatividad y de capacidad de buscar sus propias ideas y soluciones.

El mundo del deporte también va cambiando. Cada vez hay más competencia y deportistas mejor preparados en todos los aspectos. El hecho de tener un buen entrenador, buen material, seguir un plan nutricional, dedicar muchas horas a entrenar, tener buena técnica…, posiblemente no te dé la misma ventaja que te daba eso mismo hace unos años, ya que muchos otros deportistas también van a trabajar en estas condiciones. Entonces hay que encontrar otros aspectos que te den ventaja ante tus rivales.

¿Qué es aquello que te puede dar ventaja sobre los rivales? Pues es aquello que solamente tú puedes ofrecer, por el mero hecho de ser una persona individual. El ser humano es un organismo increíblemente complejo. Tenemos multitud de características que nos definen y que nos diferencian del resto, e incluso podemos crear y desarrollar de nuevas. Estas características diferenciales son las que crean nuestra SINGULARIDAD como personas, y también son las que vamos perdiendo a lo largo de la etapa educativa, por los motivos que he expuesto anteriormente.

Por tanto, una de las cosas que podemos hacer para sentirnos realizados deportivamente es tomar conciencia de aquellos aspectos en los que somos únicos, y trabajar para potenciarlos. Hay una frase autoafirmativa que sugiero a mis clientes para desarrollar su singularidad deportiva:

“Nadie puede decir que soy como los demás, porque no es verdad. Soy diferente”.

Y a partir de aquí se puede ampliar la frase de muchas formas más detalladas, en función de cada persona: “Me muevo diferente, mi técnica de tiro es diferente, mi capacidad de sacrificio es única, mi táctica de juego es diferente, nadie tiene el “dribling” que yo tengo”, etc. (pueden ser multitud de características). Cuando seamos capaces de decirnos estas afirmaciones y sentirlas como verdad, significará que hemos sido capaces de desarrollar nuestra propia singularidad como deportistas.

Tal y como dicen los profesionales del marketing “muchas veces es mejor ser diferente que ser el mejor”, y creo que esto también es aplicable en el deporte. El hecho de conocer y desarrollar aquellas cosas en las que sabemos que somos diferentes a los demás nos da una ventaja competitiva ante nuestros rivales, puesto que no tienen las características singulares que nosotros hemos potenciado.

Además, estaremos ofreciendo a nuestro entorno algo que solamente nosotros podemos ofrecer: nuestra singularidad como deportistas y como seres humanos.

«Lo que más te hace falta en el mundo es lo que tú has venido a darle». (Alejandro Jodorowsky).

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Sentirse realizado en el deporte (1ª parte). Los objetivos.

Aparte

Autorrealización deportiva (1ª parte). Los objetivos.

Existe una teoría, plasmada en la famosa pirámide de Maslow, según la cual las personas, a medida que satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide).

Pirámide de Maslow (versión siglo XXI) :) :piramide_maslow- sXXI

A lo largo de la historia de la humanidad, el objetivo vital de las personas ha ido cambiando. Una vez se fueron cubriendo las necesidades más primarias de supervivencia, otros objetivos y necesidades fueron ganando protagonismo (tener amistades, un trabajo que genere satisfacción, sentirnos queridos, etc.).

Hoy en día nos encontramos en una sociedad en donde el objetivo vital principal en muchas personas es el de sentirse feliz y realizado en las diferentes facetas de su vida (en el trabajo, relaciones personales, etc.). Así pues, los practicantes de deportes no quedamos ajenos a esta necesidad de dar un sentido a nuestra práctica deportiva y sentirnos realizados con ella.

A continuación voy a explicar en base a mi propia experiencia deportiva cual es el primer componente para alcanzar lo que podríamos llamar “Autorrealización deportiva”:

enric parnauA los 3 años mis padres me apuntaron a un cursillo de natación y ya no dejé este deporte hasta los 16-17 años aproximadamente, cuando ya me pasé exclusivamente al waterpolo. Durante todos estos años compitiendo en natación obtuve buenos resultados en general. Mis mayores logros fueron ganar algunas pruebas en varios campeonatos de Cataluña de categorías, así como un bronce en unos campeonatos de España con la selección catalana.

A pesar de ello, creo que nunca (o en contadas ocasiones) tuve la sensación de haberlo dado todo en la piscina, ni de haber disfrutado de la competición. Tenía cualidades y por esta razón las marcas eran mejores a la media pero, echando la vista atrás, sé que no conseguí dar el 100% de mí mismo. Ya fuera por falta de madurez o por debilidad psicológica, las competiciones en general y campeonatos importantes me estresaban y nunca tenía las ganas de competir y de ir a por ello con todo.

Por este motivo, por notar que algo había faltado, a los 28 años me picó el gusanillo y volví a entrenar por mi cuenta para volver a competir en un par de campeonatos. Pero ahora mi actitud y mi mentalidad eran diferentes. Ahora tenía ganas de competir y de disfrutar. Ya no había dudas, miradas temerosas a los rivales, inseguridad. Estaba centrado en mí y sabía que lo daría todo y lo disfrutaría al máximo. En realidad la competición era casi un puro trámite. Saldría lo que tenía que salir porque el trabajo ya estaba hecho y la mentalidad era la correcta. (Este es el estado mental más adecuado en los momentos previos a competir).

Evidentemente, los resultados fueron buenos tal y como esperaba (vídeo friki de los campeonatos de España). Pero lo importante, más allá de las marcas o la posición, fue que me sentí en paz conmigo mismo por haber dado todo lo que tenía y haber disfrutado de la competición al máximo. Me sentí REALIZADO como nadador.

Así pues, en mi caso el hecho de sentirme realizado deportivamente estaba relacionado con ser capaz de sacar el 100% de mi potencial. Pero esto es algo que va a variar en función de los OBJETIVOS de cada persona. Es decir, habrá quien se sienta satisfecho o realizado mejorando su estado de salud, adelgazando, ganando una medalla, pasando un buen rato con amigos, consiguiendo una marca, siendo profesional, etc.

De igual manera, establecer unos objetivos a corto y largo plazo y de dificultad progresiva es un método efectivo para mejorar el rendimiento del deportista, así como una excelente técnica de motivación.

Todos los objetivos son válidos y respetables, y pueden ir variando. Eso sí, hay que tener en cuenta que algunos van a depender básicamente de nosotros mismos y otros van a depender de otras personas. No es lo mismo que nuestro objetivo sea conseguir un determinado registro en una prueba atlética, que ganar la prueba o una medalla. En el primer caso, el objetivo dependerá de nuestro estado físico, cualidades, entrenamiento…; mientras que en el segundo caso también dependerá del desempeño de los demás competidores.

En resumen, el primer componente esencial a la hora de sentirnos realizados con nuestro deporte va a estar relacionado con tener unos objetivos claros de lo que buscamos con la práctica deportiva, y que nuestro desempeño se encuentre alineado con estos objetivos.

Pero, desde mi punto de vista, hay también otro componente que no se suele tener en cuenta y al que le doy mucha importancia a la hora de sentirnos plenamente satisfechos con nuestro deporte. Me refiero a la capacidad de desarrollar y expresar nuestra propia singularidad como deportistas. Y este es un aspecto que analizo en la segunda parte de este artículo.

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Humildad en el deporte ¿Está sobrevalorada? (+18)

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¿Está sobrevalorada la humildad en el deporte? (+18)

Muhammad Ali Aviso: Artículo no apto para niñ@s. Este artículo no pretende ser una apología de la falta de humildad. Solamente pretende ser una reflexión que se salga de los cánones políticamente correctos en los que a veces nos encontramos inmersos.

¿Qué tienen en común Muhammad Ali, Michael Jordan, Jorge Lorenzo, Mike Tyson, Cristiano Ronaldo, Usain Bolt, Floyd Mayweather, Maradona, Serena Williams, Michael Phelps, Garry Kasparov, Pelé, Lebron James, y Ronda Rousey? Pues que, además de ser grandes deportistas, se han caracterizado por autoproclamarse en algún momento como los mejores en su disciplina.

Cuando nos ponemos a analizar la personalidad de los deportistas más destacados de la historia uno puede darse cuenta de algo sorprendente: muchos de ellos no son precisamente un ejemplo de humildad. De hecho el porcentaje de grandes deportistas “no humildes” es sospechosamente alto. Y más teniendo en cuenta que esa actitud está penalizada socialmente (recuérdese el revuelo que provocó el “Soy rico, guapo, y un gran jugador” de Cristiano Ronaldo).

La humildad tal y como la entendemos nosotros es la característica propia de las personas que no se sienten más importantes o mejores que los demás, independientemente de las cualidades que posean o los logros que hayan conseguido.

En nuestra sociedad imperan unas expectativas sobre cómo es preferible o adecuado que se comporten las personas. Es lo que llamamos valores y entre ellos la humildad es uno de los que tiene mayor consideración. Por ese motivo los deportistas (o entrenadores como por ejemplo Mourinho) que proclaman la bondad de sus cualidades suelen despertar antipatía en mucha gente a pesar de que realmente hayan demostrado ser buenos, ya que con esa actitud están rompiendo una norma social o cultural por la que se rige nuestro comportamiento.

Así pues, la humildad es un valor que se intenta fomentar en los niños, ya que todos estaremos de acuerdo en que es muy positivo para su desarrollo. Con ello aprenden a no infravalorar a nadie, respetar a los demás, aprender a perder, y a reconocer aspectos a mejorar, por ejemplo.

Pero, ¿y en la edad adulta? ¿Cuándo ya poseemos madurez intelectual sigue siendo perjudicial creerse bueno en el desempeño de alguna actividad?

Yo pienso que tiene algunos inconvenientes pero también alguna gran ventaja. Por ejemplo, la falta de humildad, es decir, sentirse mejor que la media en algún aspecto, nos da la posibilidad de poder construir una buena autoimagen de nosotros mismos. ¿Es posible tener un buen autoconcepto sin creerse bueno en algo? No, ¿verdad? Es difícil tener confianza  en uno mismo sin tener un buen autoconcepto. Y es difícil tener un buen desempeño y disfrutar de nuestro deporte sin confianza.

Otra posible ventaja es que la falta de humildad obliga a trabajar duro para poder estar al nivel que uno presupone que tiene ya que, de lo contrario, uno quedaría “retratado” como un fanfarrón ante sí mismo y ante los demás. La falta de humildad añade presión al deportista, cosa que puede beneficiarle o perjudicarle en función de su forma de ser y de sus creencias. De hecho, los grandes atletas que he citado al inicio del artículo se han caracterizado precisamente por saber gestionar las situaciones de presión, cosa que encaja con su personalidad “no humilde”.

Evidentemente la falta de humildad también tiene sus peligros, como por ejemplo la posibilidad de subestimar a los demás. Otro gran inconveniente es la penalización social que comporta una actitud considerada como arrogante, tal y como ya he comentado. Por ese motivo, seguramente muchos deportistas de forma muy inteligente adoptan una actitud de falsa humildad. Es decir, creerse buenos pero no expresarlo públicamente. ¿Alguien cree que Leo Messi o Roger Federer no se sienten como unos de los mejores de la historia a pesar de no afirmarlo cuando se les pregunta?