Ansiedad al competir ¿Qué me pasa?
Vamos a ver a continuación qué nos pasa en esas situaciones.
El ser humano tiene dos mecanismos de atención diferenciados. Uno consciente o controlado, y el otro inconsciente o automático. Cuando aprendemos una nueva tarea ello requiere de una atención consciente a los pasos que debemos seguir. Por ejemplo, la primera vez que conducimos un coche debemos estar atentos a qué pedales apretar, con qué fuerza, cómo cambiar de marcha, manejar el volante, etc. A medida que vamos practicando los movimientos se van automatizando y somos capaces de conducir el coche sin tener que estar controlando conscientemente todo lo que hacemos. Los mecanismos de atención automáticos son más rápidos y eficientes, y permiten poder destinar recursos a hacer otras tareas de forma simultánea si es necesario.
Llega un momento en que todo el proceso de conducción es automático y los mecanismos de atención que intervienen son inconscientes. A partir de ahí vamos a conducir con las virtudes y los defectos adquiridos durante el proceso de aprendizaje consciente. Si queremos cambiar algún aspecto en concreto de nuestra conducción tendremos que volver a utilizar mecanismos de atención consciente para conseguirlo, hasta que el cambio se haya automatizado con la práctica.
Este proceso es aplicable a todas las nuevas tareas que vamos llevando a cabo a lo largo de la vida y, por supuesto, en el aprendizaje de deportes que requieren de habilidad y de técnica. Va a llegar un momento en el que la ejecución de los movimientos va a ser automática (los movimientos quedan integrados en la corteza motora del cerebro). Es decir, no vamos a pensar con qué fuerza lanzar los tiros libres en baloncesto, o con qué ángulo darle “top spin” a la pelota en el tenis. Simplemente ejecutaremos el movimiento sin pensar cómo.
¿Qué efecto ejerce la presión de la competición sobre los mecanismos que acabo de comentar? Pues que cuando aparece ansiedad pasamos a utilizar los mecanismos de atención consciente (menos rápidos y eficientes) en una actividad que ya teníamos automatizada. ¿Cómo ocurre esto? Vamos a verlo.
La ansiedad es una respuesta emocional de nuestro organismo ante situaciones que el cerebro interpreta como peligrosas o dañinas para nosotros. Cumple la función de movilizar al organismo ante tales situaciones, de forma que todos los recursos van destinados a poder hacer frente a esta amenaza. Esta activación fisiológica aumenta el ritmo cardíaco, la tensión muscular, la frecuencia de la respiración, y la capacidad de atención consciente. Algo que tuvo mucha importancia para la supervivencia y la evolución del ser humano, pero que en un entorno socializado como el de nuestra era puede llegar a ser contraproducente en algunos contextos.
Así pues, la ansiedad nos está diciendo: “Mucho cuidado. Estás haciendo frente a una situación amenazante que no dominas y que requiere de toda tu atención”. De esa forma nuestro organismo pasa a utilizar los mecanismos de atención consciente (se activa la corteza prefrontal del cerebro y empezamos a pensar en lo que estamos haciendo), que son los mismos que utilizamos cuando empezamos a aprender una nueva habilidad. En definitiva, estamos echando por la borda muchas horas y horas de práctica que nos permitieron automatizar nuestros movimientos y adquirir nuestra técnica de juego. Ello se traduce con una menor fluidez y calidad de ejecución de los movimientos, que nos lleva a darle tarde a la bola con la raqueta, o chutar el césped en un penalti, por ejemplo.
¿Cómo hacerle frente a la ansiedad?
Por un lado, los casos más problemáticos van a requerir de atención personalizada y para reducir la ansiedad se tendrá que hacer un trabajo de tipo cognitivo con un profesional de la psicología. Es decir, reflexionar sobre qué significa para nosotros competir, qué problema nos supone perder, etc., y modificar nuestra estructura mental al respecto.
Por otro lado, la ansiedad solamente surge si hay algún tipo de pensamiento que provoca que salgamos del presente.
Como dijo Bruce Lee: «No pienses… ¡Siente!«.
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